“Es Ébola zaire. Con una tasa de mortalidad del 90% es el virus más letal. No hay antídotos que lo combatan, ni vacunas que ayuden a prevenirlo. Los escasos recursos médicos que tenemos se emplean para aplicar tratamientos sintomáticos que tratan de combatir las complicaciones que presentan los pacientes, evitando así que aumenten el riesgo de mortalidad asociado a la enfermedad”.

En abril del año pasado se decretaba la epidemia de ébola. Así nos describían quienes trabajan en el terrero esta desconocida enfermedad. Empezábamos a saber lo que era esa cepa, lo que era el virus. No había tratamientos específicos, no había vacunas. Meses más tarde, en agosto, la Organización Mundial de la Salud declaraba el ébola como una emergencia sanitaria internacional.

La OMS habla hoy de 22.444 casos de infectados por el virus y de un total de 8.959 muertos. 8.959.

Las muertes, los contagios, la soledad y el miedo han dejado a países como Sierra Leona, Liberia y Guinea devastados. Una crisis de la que ya apenas hablamos pero que está ahí.

No fue hasta que llegó a tierra de blancos cuando las farmacéuticas se pusieron a trabajar. Pero una vez superado el peligro, los pasos apenas recorren camino. “El ébola nos ha tocado, nos ha rozado en comparación con lo que ocurre en África”, dice el periodista Xavier Aldekoa.

Las cifras han disminuido pero siguen siendo escandalosas. Todavía hoy se detectan 100 casos de ébola a la semana entre los tres países más afectados. La tasa de letalidad es aún del 64%. El ébola existe, aunque a veces se nos olvide.

El trabajo para llegar hasta aquí ha sido duro y no ha surgido de organismos y gobiernos internacionales. Han sido pequeños héroes y heroínas que han trabajado mucho tanto en los insuficientes centros sanitarios -en Liberia hay un médico por cada 100.000 personas, frente a los 370 que hay en España- como a nivel comunitario para educar sobre la enfermedad. Educar contra el miedo, educar contra el odio y la culpabilidad, educar contra la estigmatización.

Tierra herida. Sierra Leona, Liberia y Guinea ya nunca serán las mismas. Ya no hay vida en las calles, no hay comercio, los campos están sin arar, las escuelas se han paralizado, muchos niños han quedado huérfanos…los que han superado la enfermedad son vistos con miedo e incluso con odio por haber “traído” la enfermedad a la comarca…otros…amigos, vecinos, compañeros directamente han perdido la batalla.

El ébola en África ha sido como un tsunami, primero la gran ola, después, todo ha quedado devastado. El virus no solo ha atacado el presente sino también al futuro de tres naciones que ya apenas podían soportar el ritmo. Ryszard Kapuscinski decía que África no existe, y probablemente tenía razón.

No voy a cambiar el mundo con estas palabras, no voy a curar ni prevenir ningún contagio pero no me olvido del ébola. Mientras haya un solo caso, la epidemia no ha terminado. No vale hablar solo del ébola, cuando el virus llega al “primer mundo”. 22.444 casos de infectados por el virus y 8.959 muertos. El ébola no se ha ido.

FOTOGRAFÍAS: Pete Muller