Un paso, un peligroso sendero, un camino hacia el futuro
Diariamente, millones de niños tienen que recorrer largos y amenazantes caminos hasta llegar a la escuela. El documental “Camino a la escuela” recoge sus apasionantes historias.
“Gracias a todos por haber venido. Sé que acudir a la escuela no es fácil. Los elefantes hacen peligroso el recorrido. Doy las gracias a Dios porque hoy no haya habido ningún accidente, porque hoy estéis todos aquí”.
No son palabras pasajeras. No parece una forma común de iniciar una clase. No es, desde luego, la bienvenida que están acostumbrados a escuchar nuestros niños cuando abren la puerta de la escuela. Pero es lo primero que les dice a sus alumnos Koumaya, un incansable profesor de Kenia.
Jackson es uno de sus alumnos. Tiene apenas 11 años y recorre dos veces al día, junto a su hermana Salomé, los 15 peligrosos kilómetros de sabana que le separan de un futuro mejor. Dos horas de tensión, complicidad y cuidado mutuo que le acercan, paso a paso, a su ilusión de llegar a ser un día, un experto piloto de avión.
Un golpe. Después otro. Luego, una a una las piedras que antaño habían sostenido el majestuoso puente, fueron cayendo al río. Aquella mañana, junto con las losas talladas por antiguos artesanos, también cayeron al río siglos de convivencia entre los distintos pueblos de Siria, arrastrados por la corriente hacia un futuro de violencia e incomprensión mutuas.
Hoy Amal tiene que dar un tremendo rodeo para cruzar el río que divide su aldea. Atraviesa, en su camino hacia a la escuela, decenas de casas destruidas por los bombardeos.
Los restos de metralla hacen imposible olvidar la historia de esta pequeña aldea al sur de la provincia de Deraa.
-Más de la mitad de los 57 millones de niños que actualmente no van a la escuela viven en países afectados por conflictos armados.
Disminuir los gastos militares en un 10% podría permitir a 9,5 millones de niños ir a clase-.
Nacer con una minusvalía en la India es casi una condena al olvido, al abandono. Pero la familia de Samuel se revela en cada gesto contra este destino.
Sus dos hermanos pequeños empujan sin respiro una improvisada silla de ruedas por caminos de arena y fango durante casi dos horas.
Nada más cruzar la puerta de la escuela, todos sus compañeros, hoy amigos, ayudan a Samuel a subir la última rampa, la más difícil.
Todo es posible con coraje. Pero para estos niños, el camino tiene un precio, el del esfuerzo que deben hacer cada día. Su trayecto a la escuela se convierte en una verdadera carrera de obstáculos. -Uno de cada 3 niños que inician la educación primaria, la abandona-.
“Estudiar es lo más duro que hay. A veces tengo ganas de dejarlo” confiesa a sus amigas Zahira durante sus 4 horas de camino por las imponentes montañas del atlas marroquí.
Su lucha no es solo contra la distancia sino contra la discriminación inscrita en su cuerpo de mujer -el índice de analfabetismo femenino en Marruecos es de un 35%-.
A pesar de todo, para muchos niños la escuela está lejos de ser una imposición. Es una puerta que se abre, un soplo de oportunidades.
Es lo que les permitirá llegar a ser maestros de sus hijos, cuidar las enfermedades de sus mayores y participar en la vida política de su país.
Cada camino recorrido por estos pequeños héroes ávidos de saber nos devuelve la esperanza.
Invencibles, todos ellos luchan por un mismo sueño.
Defendamos el derecho a una educación de calidad, en condiciones de igualdad de oportunidades. Porque la escuela debe ser un espacio de no discriminación y de inclusión social. Un espacio democrático, donde se fomente la participación. Donde los niños sean capaces de adquirir unos conocimientos y habilidades para su vida de adultos. Un lugar donde se aprenda a leer y escribir los sueños. Porque las palabras son la llave a un mundo de oportunidades.
Pero acudir a la escuela supone mucho más. Consigue que los niños mantengan la rutina. Los colegios actúan, además, de centros médicos y de alimentación y son -o debería ser- un lugar seguro. -Desde 2009 se han producido 9.500 ataques a escuelas en 70 países-.
Es importante no olvidar que en algunas partes del mundo ir a clase es un verdadero lujo. Cansados, con cara de agotamiento, incluso heridos…pero dibujando una sonrisa por haberlo conseguido, cientos de niños llegan cada día a las escuelas.
Sus historias son testimonios vivos de la desigualdad. Sus heridas son terribles pero ojalá un día dejen de dolerles, cuando por fin consigan lo que tanto han soñado, lo que tanto han deseado.
Nada les frena. Nada les detiene. Recuerdan con su sola presencia la desequilibrada base sobre la que se levanta el mundo que habitamos.
Solo luchan por estudiar. Solo quieren seguir caminando. Solo quieren eso. Casi nada. O casi todo.
Contra la desigualdad, la discriminación y los conflictos bélicos, la educación es un arma de futuro.