El blog de Ana Ávila

Los cínicos no sirven para este oficio. Sobre el buen periodismo

Los cínicos no sirven para este oficio. Sobre el buen periodismo

By | 0 comments

Algunos ya sabréis quién lo escribió y otros estaréis a punto descubrir al maestro Ryszard Kapuściński.
En una de mis primeras entradas de este blog al que ya estoy cogiendo cariño sin apenas conocernos, quiero que él, el periodista por excelencia, hable por mí.
“No puede ser periodista el que desprecia a la gente sobre la que escribe. El que no sabe que en la política y en la vida es necesario saber esperar y que un hombre no empuña un hacha para proteger su cartera, sino en defensa de su dignidad.
El que no sabe admitir y administrar su propio miedo, el que no es curioso ni lo suficientemente optimista como para pensar que los seres humanos son el centro de la historia, el que no ha comprendido que el concepto de totalidad existe en teoría, pero nunca en la vida.
El que ignora que silencio es absolutamente esencial y que el arte de la narración depende de lo que se queda fuera de la misma. De otro modo, no existiría una historia, porque simplemente el mundo se saturaría de palabras.
El que no sabe preguntarse cuál es el alcance de una noticia y si es más lo que se dice o lo que se calla. El que cree en la objetividad de la información, cuando el único informe posible siempre resulta personal y provisional.
El que no entienda que es necesario hacer zoom y contrazoom, pasando de lo particular a lo general, del detalle a la visión de conjunto.  Porque es a través de los detalles como puede mostrarse el mundo entero ya que dentro de una gota hay un universo.
Porque ni la pobreza ni la opresión pertenecen al orden natural de las cosas. Por eso, las palabras que circulan libremente, palabras clandestinas, rebeldes, palabras que no van vestidas de uniforme de gala, desprovistas de sello oficial, son el catalizador imprescindible, el instrumento de revuelta, de organización y de lucha contra el cual las armas del poder se revelan de repente, completamente ineficaces”.
Se preguntaba John Berger en este imprescindible libro conversado ”¿Para qué relatamos historias? ¿Para pasar el rato? A veces ¿Para informar? ¿Para decir algo que no ha sido dicho todavía? Sí, a veces solo para ganarnos el pan de cada día o para hacer que la gente entienda lo afortunada que es, dado que hoy la mayor parte de los relatos son trágicos. A veces parece que el relato tenga una voluntad propia, la voluntad de ser repetido, de encontrar un oído, un compañero. Como los camellos cruzan el desierto, así los relatos cruzan la soledad de la vida, ofreciendo hospitalidad al oyente, o buscándola. Lo contrario de un relato no es el silencio, sino el olvido”.

 

Share Button

Post a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *